martes, 8 de julio de 2014

Sexualidad sana y responsable, con información

México necesita jóvenes empoderados, es decir, que cuenten con información y herramientas necesarias para tener acceso a una sexualidad sana y responsable, así como para prevenir un embarazo y saber cómo enfrentar o salir de una relación de violencia en el noviazgo, planteó Irene Casique Rodríguez, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.
 
No se trata de darles la libertad para hacer lo que quieran o volverlos libertinos e incontrolables, sino de brindarles información apropiada y oportuna, acceso a los recursos y confianza en su capacidad de acción para que tengan control sobre las disposiciones centrales de su vida, estableció.
 
El empoderamiento es entendido como una expansión en la capacidad de las personas para tomar decisiones estratégicas, en un contexto en el que esta habilidad les es usualmente negada (lo que corresponde a la situación de los adolescentes y sus derechos sexuales y reproductivos). Si se desarrollaran programas para lograr este proceso no sólo se les ayudaría para el presente, sino para su vida adulta.
 
Al hablar sobre el proyecto Adolescentes al margen de la salud sexual y reproductiva: género, poder y violencia, refirió que en México el ejercicio de su sexualidad está criticado y vetado a nivel social, lo que les impide practicar este derecho de manera plena y responsable.
 
En cuanto a la violencia en el noviazgo, señaló que aunque hay información al respecto y se ha difundido a través de diversos medios de comunicación, continúa presente entre los jóvenes, en la medida en que es reforzada por diferencias e inequidades de género socialmente avaladas.
 
Violencia en el noviazgo
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo –levantada por el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE)–, en esta etapa se presentan principalmente tres tipos de aquélla: emocional, física y sexual.
 
Según los resultados, existe una prevalencia de alrededor de 40 por ciento de violencia emocional para ambos sexos; en cuanto a la física, los varones presentan cerca del 10 por ciento y las mujeres casi tres por ciento.
 
Este dato se puede entender porque en nuestra colectividad la violencia hacia ellas está “normalizada” y en ocasiones hasta se asume como una expresión de amor (como es el caso de los celos excesivos) o como un elemento connatural a la masculinidad.
 
Su “normalización” consiste en hacerla invisible y entonces no somos tan conscientes de todas sus expresiones. Por ejemplo, refirió, para ambos géneros muchas veces la violencia física tiene un marco de juego, pero de ahí se puede pasar a expresiones más severas.
 
Sin embargo, si una mujer tiene una expresión de agresión ésta no pasa desapercibida para su pareja, pues rompe con las conductas y actitudes socialmente “esperadas”. Es una de las explicaciones sociológicas que se ofrecen si en las encuestas los varones tienden a reportar más violencia física, añadió la especialista en estudios de género.
 
Por otra parte, hay un pensamiento casi generalizado de que si ellas no son madres no son mujeres plenas. Tendemos a creer, como colectividad, que la maternidad es la realización máxima y esa idea ha pasado a las nuevas generaciones, apuntó.
 
En el país, casi uno de cada cinco nacimientos que ocurren es de madres adolescentes (menor de 20 años). Si bien alrededor del 93 por ciento de las personas en esa etapa de la vida conocen algún método anticonceptivo, los datos reflejan que sólo cerca de 55 por ciento de las jóvenes sexualmente activas emplean alguno con regularidad.
 
Además, aunque no se tienen datos a nivel nacional de la prevalencia de las infecciones de transmisión sexual (ITS) entre los adolescentes, en general se conoce que constituyen un grupo vulnerable por el bajo e irregular uso del condón.
 
Empoderar a los jóvenes
Casique Rodríguez aseveró que el empoderamiento no es una tarea fácil y tampoco de corto plazo; no obstante, tendríamos que empezar a cambiar la censura social hacia la sexualidad adolescente y los avales sociales respecto al ejercicio de la violencia contra la mujer.
 
En el caso de los jóvenes, acotó, un elemento clave del empoderamiento es darles una educación inmersa en valores nuevos (como igualdad, equidad de género y respeto a las diferencias), así como el acceso a conocimientos y recursos que hasta ahora se les han negado.
 
También, sugirió, se debe trabajar en la autoestima, porque “hemos adoptado métodos de crianza y educación que van en contra de la confianza que tienen en sí mismos y en su capacidad de resolver problemas y tomar decisiones importantes”.
 
Esta certeza se fomenta con la formación de personas preocupadas por el entorno, no sólo por ellas. Asimismo, es preciso insistir ante las instancias de salud en la creación de servicios amigables para el adolescente y dar énfasis en la importancia que esto tiene a corto plazo en la prevención de embarazos no deseados y Enfermedades de Transmisión Sexual.
 
Respecto a la violencia, se debe insistir en la información y re-educación, porque todavía hay expresiones que no se ven como tales y es necesario hacerlas visibles. 
La familia también debe jugar un papel central y dar información sobre su prevención y el ejercicio de una sexualidad segura, responsable y sana.
 
El empoderamiento de los adolescentes nos potencia como sociedad, porque no sólo estarán preparados para tomar mejores decisiones en su sexualidad o en sus relaciones de pareja, sino en otras dimensiones; además, serán adultos conscientes y responsables en su vida personal, en el ejercicio de su profesión u oficio, y participativos en la política y economía, concluyó.