
Los especialistas en neurociencias y en genética utilizaron dos fuentes de información: en primer lugar estudiaron tejido de cerebro humano donado por un banco de cerebros en el que se almacenan cerebros donados por pacientes o familiares de pacientes que ya fallecieron. Al banco de cerebros se solicitaron tejidos de personas que hayan sido diagnosticadas con depresión profunda o estrés crónico.
Una segunda fuente de información fue el estudio de modelos de animales vivos, principalmente ratones, pues comparten muchas características cerebrales similares a los humanos.
En las dos fuentes diferentes de información se identificó que existe un “switch” genético que provoca la disminución de volumen cerebral y que está presente en ratones y en humanos. Este factor de transcripción genética que modifica su actividad por la depresión y el estrés es llamado GATA1 y parece influir en por lo menos 5 genes.
El descubrimiento de este interruptor genético es apenas una de las explicaciones del achicamiento del cerebro, faltan todavía más piezas para explicar este efecto, sin embargo quedó bien documentada la disminución en tamaño y número de conexiones en los individuos con periodos profundos de depresión o estrés.
El interruptor o “switch” genético es un mensajero bioquímico que desencadena la expresión de cinco diferentes genes que necesitan estar activos para facilitar la formación de conexión sinápticas entre las células del cerebro. Al no “encenderse” o expresarse estos genes se comienza a observar una pérdida de masa cerebral en la corteza prefrontal.
“Quisimos explorar las hipótesis de que el estrés causa pérdida de masa cerebral en los seres humanos, por eso hicimos un modelo de estudio en el que nos concentramos en observar y medir un conjunto de circuitos cerebrales que normalmente están involucrados en las emociones y los procesos cognitivos. Así nos dimos cuenta que un número importante de circuitos quedaban desconectados cuando cambiaba la actividad de este factor de transcripción”, explicó en su artículo de la revista Nature Medicine el líder del estudio, Ronald Duman, quien es profesor de Psiquiatría, Neurobiología y Farmacología.
Este estudio fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y señala claramente que si se estimula o se defiende el número de conexiones sinápticas en el cerebro se podría tratar de manera más efectiva la depresión y el estrés.
“Estos datos nos invitan a estudiar más los medicamentos y las terapias de conducta que frenan la pérdida de volumen del cerebro y su número de sinapsis porque ahí se podrían encontrar tratamientos más efectivos contra la depresión”, subrayó en su reporte el doctor Duman, quien realizó sus estudios en colaboración con otros cuatro científicos: Bhavya Voleti, Pawel Licznerski, Ashley Lepack y Mounira Banasr, todos ellos de la Universidad de Yale.
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