martes, 29 de enero de 2013

Silencios que matan


Maite Azuela
El día de ayer tuve la oportunidad de ver un anuncio transmitido por televisión estadounidense que advertía que el uso de los anticonceptivos  Yazmin y de Ocella, producidos por Bayer, tiene serias repercusiones sobre la salud de las mujeres. El listado de efectos secundarios no solo es variado sino que puede ocasionar hasta la muerte. Han comprobado que la hormona drospirenona que contiene puede causar paros cardiacos, fallas en los riñones, daño en la vesícula,  coágulos sanguíneos, derrame cerebral, entre otras repercusiones, porque eleva dramáticamente los niveles de potasio en la sangre.

El nombre de estos anticonceptivos me resultó inmediatamente familiar. Lo consumí por lo menos durante seis meses hace ya más de ocho años. De modo que la  idea de que hubiera ocasionado algún trastorno en mi sistema nervioso, corazón, o en la circulación de mi sangre, me mantuvo despierta por lo menos dos horas más de lo que acostumbro normalmente.

Entre las vueltas de cabeza que tuve durante el insomnio me pregunté cuántas mujeres conocía que lo hubieran consumido y alcancé a  bajar los dedos de una mano y la mitad de los de la otra. La siguiente pregunta que me hice, fue si en México habían retirado ya del mercado estos medicamentos. Pero en Internet no es posible verificar que esté prohibida su venta en las farmacias. Lo más cercano a alguna alerta que encontré para las mujeres mexicanas, fue un par de consultas en Yahoo que las mismas consumidoras van respondiendo. No existe ningún sitio oficial de la Secretaría de Salud, ni algún referente de mujeres organizadas o de médicos que adviertan que este producto puede lastimar severamente nuestro cuerpo.

En caso de que algunas farmacias ya no lo vendan, supongo que su retiro del mercado fue mucho más lento que en Estados Unidos y que la información sobre las repercusiones sigue siendo escasa. Muchos de nosotros tenemos patrones de consumo irresponsables, sobre todo en lo que se refiere a los medicamentos. Quienes hemos esperado en la antesala de los consultorios hemos compartido asiento con los promotores de medicinas que esperan que los doctores tengan un espacio entre paciente y paciente para ofrecer productos nuevos y regalarle algunas muestras para que las ponga a prueba.

Desconocemos qué tipo de acuerdos tienen aquellos que promueven medicamentos de ciertas marcas y que beneficios reciben los médicos de parte de las farmacéuticas cuando hacen promoción de ciertos productos para que sus pacientes opten más por una marca que por otra.

Esto es legal, el problema es que los pacientes desconocemos los procedimientos con los que se distribuyen medicamentos nuevos en el mercado y posiblemente seamos conejillos de indias cuando los consumimos, sin investigar qué contienen y qué  efectos secundarios pueden ocasionar en nuestra salud.

Los anticonceptivos Yazmin eran sin duda de los más conocidos y fáciles de adquirir en farmacias de zonas conurbadas en México. Y me temo que este es solo un ejemplo de los miles de casos en los que ignoramos las implicaciones que tiene sobre nuestra salud el uso de ciertos medicamentos.

Lo que llamó positivamente mi atención fue el hecho de que en Estados Unidos un grupo de consumidores organizados sumara esfuerzos para colocar un spot televisivo con información certera sobre las repercusiones de su consumo. Y que además hiciera un abierto y contundente llamado no solo a dejar de consumirlas, sino a ingresar a la página de internet o consultar telefónicamente para que se le diera seguimiento personalizado y confidencial, además de invitar a denunciar la venta de este producto.

Una de las principales debilidades sociales que tenemos en nuestro país, es la indulgencia para asumir las implicaciones que tiene un evento como este. Quizá el día de hoy haya varias mujeres que han sufrido alguna consecuencia sobre su salud por el consumo de este producto y no hay espacios en los que lo comuniquemos, ni sitios nacionales en los que nos articulemos para obtener asesoría y apoyo. Pocas veces entendemos el impacto que puede tener nuestra voz para evitar que otra persona sea sorprendida con alguna enfermedad, desconociendo que esta fue causada por el consumo de alguna medicina que no fue bien controlada.

Por lo pronto, muchos laboratorios y distribuidores farmacéuticos en México tienen un terreno fértil en el que la impunidad y el silencio social les permite seguir lucrando con productos poco controlados a costa de la salud y la vida de las personas.

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